“Voces que no quisieron apagarse.”



A veces alguien habla y no sabe que está dejando algo encendido.

Son testimonios, sí. Pero también son rescates.
De personas que dijeron algo y eso quedó vibrando, como una cuerda pulsada sin querer.
De momentos que parecían menores, y sin embargo, guardaban una clave.

Nada espectacular. Ningún milagro de película.
Solo escenas mínimas donde lo invisible hizo un gesto.




Uno:

Una mujer que perdió a su madre y dice, sin dramatismo:
“Me dejó la costumbre de no dejar para después lo que puede acariciarse hoy.”
Y no lo dijo para que la escuchen. Lo dijo mientras doblaba una toalla.



Dos:

Un vecino, retirado del mundo, que me cuenta una vez:
“Yo antes le hablaba a la radio. Ahora le hablo al viento. No hay tanta diferencia.”
Y se ríe, pero sus ojos no.



Tres:

Una nena de cinco años que al ver un pájaro muerto preguntó:
“¿Se le apagó el volar?”
Y nadie supo qué responder. Porque sí.
Eso fue exactamente lo que pasó.


Cuatro:

Un hombre que barría la vereda y dijo sin mirarme:
“Uno barre lo que ve… pero también lo que dolió.”
Y siguió como si nada.



Cinco:

Una amiga, tomando mate sin apuro, me dijo:
“Hay cosas que no cicatrizan. Pero se vuelven paisaje.”
Después cambió de tema, como quien cambia de estación.



Seis:

Un abuelo que nunca recordaba mi nombre, me confesó:
“Antes tenía memoria. Ahora tengo nostalgia.”
Y no supe si consolarlo o abrazarlo. Hice las dos.



Siete:

Una mujer con los ojos vencidos por el insomnio me dijo:
“Hay noches en que no duermo para que mis muertos descansen.”
Y de golpe la oscuridad se volvió otro lugar.



Ocho:

Un chico con la remera rota señaló la luna y murmuró:
“Parece que alguien la está cuidando mal.”
Y yo sentí una ternura que todavía no se me pasa.



Nueve:

Una señora mayor, esperando el colectivo, me dijo:
“A veces me quedo quieta para que el tiempo me alcance.”
Y entendí que no siempre se trata de correr.



Diez:

Un enfermero, después de una guardia eterna, me susurró:
“Lo único que cura sin receta es que alguien te escuche.”
Y se fue, como si no hubiera dicho nada importante.





Estas voces no quisieron apagarse.
No están acá porque alguien las inmortalizó.
Están porque eligieron quedarse encendidas.




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